La risa de los duendes

A papá y a mí nos pareció escucharla el día que naciste, cuando por fin te tuvimos en nuestros brazos. Fue el instante en que todo cobró sentido: la espera interminable, los kilómetros recorridos, las lágrimas derramadas, todo. Afuera, en el cielo, la luna llena brillaba enorme. Adentro, vos estabas saliendo al mundo y detrás de tu llanto, pudimos oírla claramente: era la risa de los duendes. Sobre la magia de algunos encuentros como el nuestro, escribe Laura Gutman*:

[...] "Por eso me interesa compartir una sensación personal con respecto a la fortaleza espiritual excepcional de estos niños que buscan con ahínco a sus padres. Muchos adultos adoptantes reconocen una vivencia sutil pero muy clara y definida al encontrar al hijo, como si estuvieran respondiendo al llamado específico del niño; y al acudir guiados por sus señales, comprueban que estaban en sintonía aun antes del encuentro efectivo. Me parece que estos niños son especialmente aguerridos, y que poseen fuerza y decisión para enfrentar las adversidades. Creo que estas cualidades los hacen en algún modo poseedores de una luz que otros no ven y de un poder que otros no vislumbran.
Por eso estos "encuentros" merecen ser celebrados con especial alegría, ya que fueron posibles gracias al deseo de amar, maternar y paternar por parte de los adultos, pero por sobre todo gracias al insistente llamado del niño, que guió de alguna manera a los padres hacia él. Aquí hay algo para valorar y compartir, para "mostrarlo" al mundo como un suceso que se festeja socialmente como los compromisos, los casamientos, los nacimientos, las mudanzas, los diplomas, los logros... que no se ocultan ni se cuentan en voz baja. Estamos festejando un milagro, una maravilla y una manifestación de la fortaleza humana.
Hay algo de magia en todo esto: el deseo de tener un niño, la posibilidad de encontrarlo y la sensación de que el universo tiene un fin preestablecido y que pocas cosas suceden por casualidad. Cuando vemos por primera vez al niño que vamos a convertir en nuestro hijo, tenemos la certeza de presenciar una danza de duendes que festejan con alegría y se matan de la risa cantando: "Ya sucedió, lo logramos". Las fuerzas invisibles conspiraron para que el milagro se produjera.
[...] Las historias de las adopciones de los niños son relatadas por los padres con increíbles semejanzas. Suelen contar una y otra vez con lujo de detalles los recuerdos del desenlace minutos antes de encontrar a la criatura. Recuerdan los olores, las palabras, la firma y el sello estampado en un papel que legitima la adopción, la persona que lo entrega, el llanto dulce y la llegada a casa. Cada detalle recordado ilumina los ojos de los padres, y les permite agradecer a los reyes y magos que les han prestado auxilio en el viaje subterráneo y desgarrador hasta llegar al encuentro del niño amado.
La energía necesaria para desear, buscar y encontrar un niño para maternar suele estar sostenida por un juego de naipes creado en el mundo invisible del alma de las mujeres, que no atienden razones del mundo material, que vuelan por encima de la cordura y que son capaces de navegar todos los mares, llegar a los rincones que los mapas oficiales no reconocen ni nombran y terminar con el niño en brazos, amparadas en el varón, o protegidas entre el cielo y la tierra si es necesario."
Y sobre el pánico que sienten a veces algunos padres adoptantes cuando piensan que alguien puede llegar a discriminar o humillar a su hijo, dice:
[...] "En lugar de escondernos en la angustia que nos provoca la ignorancia de los demás, podemos hablar, contar, dar detalles, invitar a festejar, sumarlos a nuestra alegría, hablar del milagro del encuentro, explicar a otros niños qué significa adoptar a un niño, compartir con otros padres la experiencia, exponerlo siempre como una gran virtud, siempre, cada día, cada instante, ante cada paso y frente a todas las personas.
[...] Viviremos cada día recostados sobre nuestra verdad, que circulará entre los adultos y los niños, entre los amigos y familiares, en la escuela y en el trabajo (...) Y habrá alguien que, regocijado y asombrado por nuestra alegría, se animará a tomar vuelo y emprenderá su propia búsqueda hacia el niño que lo está llamando.
Y nuestro hijo... simplemente vivirá su vida, como cada niño, en busca de su propia verdad, sostenida por la verdad, y el deseo profundo de sus padres de acompañarlo. Recordémosles siempre que poseen una virtud excepcional: la fuerza del llamado y la tenacidad para lograr lo que desean. Y esa capacidad podrán convertirla a su vez en servicio, intuición y sabiduría para ayudar a otros a encontrar su propio camino."
*La maternidad y el encuentro con la propia sombra, Capítulo 8, pág. 176.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me hiciste llorar como una loca!!

Anónimo dijo...

Que decirles..que verdad...todos no importa como buscamos lo mismo...tener una oportunidad de ser grandes en la vida..."ser padres"...

Me emocione mucho...Espero la segunda parte, se entendio, no?

Escrin Raiter dijo...

¡Gracias, Gaby!
Esperemos que sí, que haya una segunda parte pronto. Le tengo fe al 2008... ya veremos.