¡FELIZ NAVIDAD!

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Luego de atravesar un campamento, tirada de papelitos, almuerzo de fin de año, merienda con pelotero, acto de fin de curso, cumpleaños y eventos varios, Simón pregunta:
- ¿Por qué la Navidad es pura joda?
(5 AÑOS Y 4 MESES)

Fotos del Campamento

Si querés ver las fotos del Campamento de la Sala Arco Iris y los papás, hacé clic acá:
http://www.flickr.com/photos/21713777@N07/

UN MUNDO INJUSTO

Una tarde Simón estaba déle hacer zapping frente al televisor.
- Mamá, ¿en el mundo hay más adultos que niños?
- Uh... -le contesté, haciendo un esfuerzo enorme por rastrear ese dato en mi cerebro-. Nunca me puse a pensarlo, pero calculo que no... Debe haber tantos millones de niños como de adultos.
- ¿Entonces por qué hay tantos canales para grandes y tan poquitos para nosotros?
(5 AÑOS Y 4 MESES)

UN VERDADERO ESPANTO

Al día siguiente Venezia festejaba su séptimo cumpleaños con una fiesta de disfraces tipo Halloween, cuya temática era La Casa Embrujada. Por las dudas, decidí advertirle a Simón: "Mirá que la casa va a estar llena de murciélagos, telarañas, esqueletos, brujas, vampiros... Taparon las ventanas con telas negras y todo va a estar muy, muy oscuro, ¿sabés?" Simón me miraba serio. "¿Te preocupa algo?" -le pregunto. "Sí." -me dice- "No voy a poder ver de qué son los sandwichitos..."
(5 AÑOS Y 3 MESES)

UN DÍA MÁS, UN DÍA MENOS...

Una tarde Simón termina su clase de natación y mientras lo estoy secando en el vestuario, me empieza a contar: "El otro día, Sábada me dijo que..." "¿Quién?" -lo interrumpo yo, confundida- "¿Sábana?" "No" -me dice- "Sábada". "¿Sábada?" "Sí, ma" -suspira, ya perdiendo la paciencia- "Sábada." "¿Y quién es Sábada?" -le pregunto, intrigadísima. "La chica que está a veces en la casa de los primis...." -me aclara, como remarcando una obviedad. Ahí me quedó clarísimo que se refería a Dominga, la empleada por horas que trabaja en casa de mi hermana.
(5 AÑOS Y 3 MESES)

La risa de los duendes

A papá y a mí nos pareció escucharla el día que naciste, cuando por fin te tuvimos en nuestros brazos. Fue el instante en que todo cobró sentido: la espera interminable, los kilómetros recorridos, las lágrimas derramadas, todo. Afuera, en el cielo, la luna llena brillaba enorme. Adentro, vos estabas saliendo al mundo y detrás de tu llanto, pudimos oírla claramente: era la risa de los duendes. Sobre la magia de algunos encuentros como el nuestro, escribe Laura Gutman*:

[...] "Por eso me interesa compartir una sensación personal con respecto a la fortaleza espiritual excepcional de estos niños que buscan con ahínco a sus padres. Muchos adultos adoptantes reconocen una vivencia sutil pero muy clara y definida al encontrar al hijo, como si estuvieran respondiendo al llamado específico del niño; y al acudir guiados por sus señales, comprueban que estaban en sintonía aun antes del encuentro efectivo. Me parece que estos niños son especialmente aguerridos, y que poseen fuerza y decisión para enfrentar las adversidades. Creo que estas cualidades los hacen en algún modo poseedores de una luz que otros no ven y de un poder que otros no vislumbran.
Por eso estos "encuentros" merecen ser celebrados con especial alegría, ya que fueron posibles gracias al deseo de amar, maternar y paternar por parte de los adultos, pero por sobre todo gracias al insistente llamado del niño, que guió de alguna manera a los padres hacia él. Aquí hay algo para valorar y compartir, para "mostrarlo" al mundo como un suceso que se festeja socialmente como los compromisos, los casamientos, los nacimientos, las mudanzas, los diplomas, los logros... que no se ocultan ni se cuentan en voz baja. Estamos festejando un milagro, una maravilla y una manifestación de la fortaleza humana.
Hay algo de magia en todo esto: el deseo de tener un niño, la posibilidad de encontrarlo y la sensación de que el universo tiene un fin preestablecido y que pocas cosas suceden por casualidad. Cuando vemos por primera vez al niño que vamos a convertir en nuestro hijo, tenemos la certeza de presenciar una danza de duendes que festejan con alegría y se matan de la risa cantando: "Ya sucedió, lo logramos". Las fuerzas invisibles conspiraron para que el milagro se produjera.
[...] Las historias de las adopciones de los niños son relatadas por los padres con increíbles semejanzas. Suelen contar una y otra vez con lujo de detalles los recuerdos del desenlace minutos antes de encontrar a la criatura. Recuerdan los olores, las palabras, la firma y el sello estampado en un papel que legitima la adopción, la persona que lo entrega, el llanto dulce y la llegada a casa. Cada detalle recordado ilumina los ojos de los padres, y les permite agradecer a los reyes y magos que les han prestado auxilio en el viaje subterráneo y desgarrador hasta llegar al encuentro del niño amado.
La energía necesaria para desear, buscar y encontrar un niño para maternar suele estar sostenida por un juego de naipes creado en el mundo invisible del alma de las mujeres, que no atienden razones del mundo material, que vuelan por encima de la cordura y que son capaces de navegar todos los mares, llegar a los rincones que los mapas oficiales no reconocen ni nombran y terminar con el niño en brazos, amparadas en el varón, o protegidas entre el cielo y la tierra si es necesario."
Y sobre el pánico que sienten a veces algunos padres adoptantes cuando piensan que alguien puede llegar a discriminar o humillar a su hijo, dice:
[...] "En lugar de escondernos en la angustia que nos provoca la ignorancia de los demás, podemos hablar, contar, dar detalles, invitar a festejar, sumarlos a nuestra alegría, hablar del milagro del encuentro, explicar a otros niños qué significa adoptar a un niño, compartir con otros padres la experiencia, exponerlo siempre como una gran virtud, siempre, cada día, cada instante, ante cada paso y frente a todas las personas.
[...] Viviremos cada día recostados sobre nuestra verdad, que circulará entre los adultos y los niños, entre los amigos y familiares, en la escuela y en el trabajo (...) Y habrá alguien que, regocijado y asombrado por nuestra alegría, se animará a tomar vuelo y emprenderá su propia búsqueda hacia el niño que lo está llamando.
Y nuestro hijo... simplemente vivirá su vida, como cada niño, en busca de su propia verdad, sostenida por la verdad, y el deseo profundo de sus padres de acompañarlo. Recordémosles siempre que poseen una virtud excepcional: la fuerza del llamado y la tenacidad para lograr lo que desean. Y esa capacidad podrán convertirla a su vez en servicio, intuición y sabiduría para ayudar a otros a encontrar su propio camino."
*La maternidad y el encuentro con la propia sombra, Capítulo 8, pág. 176.

Hoy te vi

Simoncito de mi alma:

Hoy, de pronto, te vi grande. ¡Cómo has crecido! ¿Cuándo fue que pasó todo este tiempo? Te miro y siento que te me escapás. Me lleno de felicidad al verte un niño sano, fuerte, inteligente... y hermoso, pero también me invade una rara sensación. Algo parecido al miedo, al temor de sentir que el tiempo pasa y vos crecés con él. Ojalá pudiera aplicar los trucos del cine para poder captar fotograma a fotograma todos estos instantes, todos esos vos que van transcurriendo.

Hoy, de pronto, te vi grande. Hoy, de pronto, me vi grande.

Papá (octubre 2007)

SOÑAR NO CUESTA NADA

"Yo quisiera vivir en Estados Unidos. Ustedes se van a trabajar y yo me voy a Disney."
(5 AÑOS Y 2 MESES)

El fin de una era

La caída del primer diente marca un hito, una bisagra, un punto de inflexión. Habrá —desde entonces y para siempre— un antes y un después. Es, señoras y señores, el fin de una era. A vos te pasó exactamente la mañana del miércoles 12 de septiembre de 2007, en el medio de una clase sobre la luz, en salita de 4. Las maestras, no sé si Analía o Andrea o ambas, guardaron el minúsculo diente en un sobrecito de papel y lo pegaron en el cuaderno de comunicaciones con la correspondiente notita amorosa sobre la emoción que había causado la novedad (fuiste el primero de tu clase, no era para menos). La caída del primer diente, mucho más que la primera palabra o el primer paso de un hijo, nos sacude el alma con la evidencia del fin: el fin de la bebetud, o del bebismo o de la bebancia, o como quiera que se diga ese momento exacto en el que uno descubre que ya no tiene más un bebé en casa, ya tiene un pibe. Uno sabe, como supieron aquella vez todos esos alemanes y el mundo entero cuando lo del Muro, que hay caídas que cierran el pasado de un portazo.
Por eso, cuando volviste ese día del colegio, tan entusiasmado mostrando el "aujerito" y hablando rápido de ratones y monedas, cuando resultó evidente que nuestro hijo primogénito había crecido así tan de repente, te abrazamos muy fuerte y con los ojos húmedos.
A vos se te cayó un diente. Pero a nosotros unas cuantas lágrimas.
Cataratas del Iguazú, Argentina - Septiembre 2007

El dolor más grande

Son esos famosos momentos en que uno quisiera poder rebobinar la película y borrar esa escena espantosa que se está viviendo. Tenías cinco años recién cumplidos cuando pensamos que por fin íbamos a cumplir el gran anhelo de traer a casa esa hermanita que tanto querías. Ya tenía nombre, ya tenía padrinos y un lugar en nuestros corazones; ya hablábamos de ella como parte de la familia, con la impune e ingenua certeza del que nunca ha pasado por desilusión alguna. Nos equivocamos. El destino quiso que su camino fuera otro, y nos tuvimos que volver a casa con las manos vacías y el corazón roto. Papá y yo jamás olvidaremos el dolor que nos causó darte la mala noticia. Un padre no quiere que sus hijos sufran nunca, pero es inimaginable cuando la pena la causa uno mismo con sus palabras. Tal vez algún día la herida cicatrice. Ojalá la vida nos compense y recordemos todo esto como un mal paso que a la larga tuvo un final feliz. Mientras tanto, sólo podemos pedirte perdón. Perdonanos, hijito querido, porque siendo tan chiquito tuviste que vivir ese dolor tan grande.
Segovia, España - Abril 2005

UN PAPÁ GENIAL

"Cuando yo tenga un hijo le voy a hacer caso en todo, ¡y también le voy a dejar decir malas palabras!"
(ENOJADO, 5 AÑOS Y 2 MESES)
Bariloche, Argentina - Agosto 2002

YA ESTAMOS GRANDES

Simón y yo vamos caminando por la vereda una tarde a la salida del cole. Al pasar junto a un gatito acostado al sol, Simón se le acerca y pega un gruñido tratando de asustarlo. "No, no asustes al gatito", le digo. "¿Por?" "Porque no, pobrecito. ¿A vos te gustaría que viniera un gigante y te asustara?" Simón me mira y con gesto sobrador, me devuelve: "A ver... ¿existen los gigantes?"
(5 AÑOS Y 1 MES)
Roma, Italia - Abril 2005

LA FAMA ES PURO CUENTO

"¿Ése quién es?" pregunta Simón una noche, señalando el televisor. "Elvis Presley" -le contestamos- "un cantante muy famoso". "Muy famoso, no" -dice con total desparpajo- "porque yo no lo conozco".
(5 AÑOS)

Fotos del cumple

Si querés ver las fotos del 5°cumpleaños de Simón, hacé clic acá:
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BUENA PREGUNTA

Simón va un domingo con papá, su tío y sus primos de Córdoba a La Bombonera a ver Boca vs. Rosario Central. Era su primera visita a un cancha de fútbol. Después de media hora de observar el partido, se da vuelta y pregunta: "Pero... ¿de quién es la pelota?"
(5 AÑOS)
Mar de las Pampas, Argentina - Octubre 2004

CUESTIÓN DE PIEL

"El alma debe estar en la piel", dice Simón una tarde. "¿Ah, sí? ¿Por qué pensás eso?", le preguntamos. "Porque cuando una persona se muere, el alma se va al Cielo. Y como los muertos no tienen piel porque son esqueletos, quiere decir que el alma que estaba en la piel se fue", nos contesta muy convencido.
(4 AÑOS Y 11 MESES)

Carta de papá

26-11-03
Simón, hijito mío:

Hace ya un tiempo que ando con ganas de escribirte una carta. Pero, a decir verdad, no sabía bien cómo hacerlo. Y decidí esperar el momento. Para hacerlo bien. Yo soy así: me gusta hacer las cosas bien.
Hace unas semanas hiciste un cambio muy grande. De pronto, te conectaste con el mundo y, dentro de ese mundo, estaba yo. Hasta entonces eras un bebito y tu mayor conexión se producía con tu mami o con Celsa, la chica que ahora te cuida. No quiero que digas “Uy, pobre papá!” Esto es muy común en las personas cuando son chiquitas como vos. Y no es un reproche. Es simplemente ganas de que me mires, te comuniques, que me hagas saber a tu forma que me querés y que sabés que te quiero. Pero fui valiente y te esperé. Y ahora estamos muy conectados. No sabés lo lindo que se siente cuando me decís, mal pronunciado, PAPÁ. Me hacés sentir grande. En el mejor sentido. Me hacés sentir afortunado. Y me hacés dar cuenta de que crecí. Y eso es un buen síntoma para cualquier ser humano. Saber que avanza en esta vida hacia algún lugar.
Creo que es la primera carta que te escribo. Y, por ende, es una carta importante. Quiero que sepas que tu llegada cambió mi vida. Y que, por primera vez, sentí lo significa eso del amor incondicional. Sería capaz de cualquier cosa por defenderte, por evitar que algo o alguien te lastime. Pero eso no me hace un héroe invencible ni perfecto. Seguramente voy a cometer algunos errores. También mis padres los han cometido conmigo. Dicen que así es la vida y sé que eso no alcanza como argumento. A mí no me alcanzó, pero seguí. Aceptándome y perdonando. Porque sé que quisieron darme lo mejor que pudieron y más. Tuve padres de los que me siento orgulloso. Ojalá algún día sientas lo mismo por nosotros.
Llegaste en circunstancias especiales. Mágicas te diría. Ese día, en el pueblito en el que naciste, comprendí que existía una gran historia escrita por alguien superior. Sé por qué naciste. Sé que mamá y yo teníamos que estar ahí esperándote. Sé que te mandaron para estar con nosotros. Es una hermosa historia de amor. Viniste para hacernos felices. Fuimos para hacerte feliz. Y así será. Me comprometo a ello.
Quiero que sepas te amo con lo más esencial de mi alma. Vos y tu mami, una mujer increíble que hizo que mi vida cobrara sentido, son lo más importante que tengo. Más no podría pedirle a Dios. Fue muy generoso. Son dos seres bellos. Buenos. Luminosos. E iluminados.
Quiero agradecerte tu pureza, tu sonrisa, tus ojos enormes, tus pestañas infinitas, tu manchita del indio, tus dientitos de tiburón... y esos dedos gordos del pie que gritan a cuatro vientos: me quiero quedar plantado en esta Tierra!!! Acá estoy, mamá y papá.

Te ama siempre,
Papá.

UNA COSA TRAE LA OTRA

Simón observaba el insólito fenómeno del 9 de julio y gritaba eufórico: "¡Está nievando! ¡Está nievando!" De pronto se da vuelta y nos pregunta entusiasmado: "¿Eso quiere decir que va a venir Papá Noel?"
(4 AÑOS Y 11 MESES)

PEOR EL REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD

La noche anterior Simón había tenido un poco de fiebre y le habíamos dado un antipirético con sabor a frutilla. Al día siguiente ya se sentía mucho mejor y no tenía temperatura, pero de todas maneras preguntó: "Mamá, ¿hoy tengo que tomar la vagina?" Aguantamos la carcajada, mientras les explicábamos que no, que ya no era necesario que volviera a tomar Novalgina.
(4 AÑOS y 11 MESES)

Dos gotas de agua

Era frecuente, desde muy chico, que la gente te encontrara parecido a papá. El color de pelo, los ojos, los dos altos y grandotes, en fin, rasgos que comparten muchas personas, pero que todos atribuían automáticamente al hecho de que fueran padre e hijo. Suele decirse que los niños adoptados se van pareciendo a sus padres con el tiempo porque copian gestos, tonos, formas de caminar, etc. Pero hubo dos anécdotas relacionadas con esto que nos causaron mucha gracia. Una vez acompañamos a papá a la peluquería a la cual él solía ir bastante seguido, pero siempre solo. Apenas el peluquero te vio, le dijo: "No podés negar que es hijo tuyo, che. La misma forma del cráneo tienen". Y es cierto, créase o no: ambos tienen cabezas de tamaño considerable y un cierto achatamiento en la parte posterior. Pasó un tiempo y vino a casa Claudio, ¿te acordás?, es el señor que nos arregla las computadoras. Observando una foto tuya y de papá en el monitor de la PC, comentó: "Son iguales, eh. ¡Lo que es la genética!"
Neuquén, Argentina - Agosto 2006

Pijama Party

Empezaron por dormir en colchones en el piso, en la cama de abajo de la tuya o los tres en la cama grande del cuarto de huéspedes, hasta que una noche se vinieron con carpa y bolsas de dormir!! Pocos planes te producían tanto entusiasmo como el de invitar a tus primos a pasar la noche en casa. Al principio sólo se quedaban los gemelos, Lucas y Tommy. Luego también se prendió la pequeña Mora. Por supuesto que "dormir" es sólo una manera de decir, la onda era quedarse despiertos hasta cualquier hora, mirar tele (si estaban en el cuarto de huéspedes, como se ve en las fotos) o charlar hasta que los párpados cayeran rendidos. Ya nos habíamos acostumbrado a que, cuando se acercaba el fin de semana, aparecieras con la pregunta: "¿Se pueden quedar a dormir los primis?"
Costa do Sauipe, Brasil - Enero 2004

CANCIÓN ESCATOLÓGICA

Una tarde escucho que Simón va cantando a los cuatro vientos: "Soy un lindo pececín / que en el mar es feliz / y hacé caca verde..." ¿Perdón? pregunto, exageradamente horrorizada: ¿De dónde sacaste esa canción? Me explica que es de la película "Mamá soy un pez". Dos o tres días después engancho el final de la peli, y cuando aparece el rodante final con los títulos, escucho la voz aguda del pez protagónico que claramente canta: "Soy un lindo pececín / que en el mar es feliz / acércate a verme..."
(4 AÑOS Y 10 MESES)
Xcaret, México - Enero 2007

UBI EST

"Mamá, ¿dónde está el alma de la risa?"
(4 AÑOS Y 10 MESES)

CABEZA HUECA

"Anoche no soñé nada. ¿Qué le pasa a mi cerebro, se está quedando sin baterías? ¿Ya no tengo más fotos adentro de la cabeza?"
(4 AÑOS Y 10 MESES)

¡AR, AR, AR!

Simón, contemplando un baúl que tenemos en casa: "Mamá, ¿cuando vos y la tía eran chicas, encontraron un tesoro?"
(4 AÑOS Y MEDIO)

LITERAL II

- Mamá, estoy triste porque tengo miedo de que pase muy rápido el tiempo y me voy a morir.
- No, mi amor, ¿sabés todo lo que te falta para eso? Años, muchísimos años… Pensá que China tiene 85 y todavía anda dando vueltas por el mundo.
Simón me mira y apoya con gesto:
- ¿Qué, en avión?
(4 AÑOS Y MEDIO)

Adiós, Nonita

La relación con tu abuela Luisa siempre fue muy estrecha y cariñosa. Ella te adoraba y vos a ella. Cada vez que subíamos al auto y el viaje se prolongaba más de lo acostumbrado, vos mirabas por la ventanilla y decías: “No-na, No-na”, adivinando que íbamos a Córdoba a visitarla, cosa que hacíamos al menos cada dos meses. Te mimaba mucho, te esperaba con las cosas ricas que a vos te gustaban, te tejía pullóveres y gorros, tenía su casa tapizada con tus fotos, tomaban mate juntos. Las amigas me contaron que se la pasaba hablando de Simoncito, con palabras llenas de orgullo. Se moría de amor cuando apenas abría la puerta, vos le estrechabas tus bracitos para que te hiciera upa. A la mañana, mamá y papá aprovechaban para dormir un rato más y la Nona te llevaba con ella a la terraza para tender la ropa o se iban juntos a comprar el pan. El 27 de mayo, de golpe, sin que nadie se lo esperara porque era una mujer sanísima, tu abuela tuvo un accidente cerebro-vascular. Y el 24 de junio, menos de un mes después, falleció. Tal vez vos eras muy chico y no entendiste bien qué pasó. Pero seguiste preguntando por la Nona muchas veces y cuando veías su foto siempre la nombrabas y le dabas besitos. Todavía no tenías dos años y ya te habías quedado sin abuelos.

Alumno precoz

El 14 de abril de 2004 (tenías 20 meses) empezaste tu vida escolar en el Jardín de Infantes del colegio que quedaba a una cuadra de casa. Tu sala era la sala “Solcito”. Y como era de esperarse, ¡¡¡te encantó!!! Mamá había escuchado muchas historias sobre el “difícil período de adaptación”: nenes que no quieren saber nada, lloran y patalean, se agarran de las piernas de la mamá y no se quieren quedar en el jardín por nada del mundo. Y estaba preparada para los cuadros más trágicos y melodramáticos. Pero no estaba preparada para lo que en realidad sucedió: nunca lloraste, ni siquiera una vez. Todo se hizo paulatina y lentamente. Al principio mamá o papá, o los dos, nos quedábamos con vos todo el tiempo, después un rato al principio y ese rato se fue haciendo cada vez más cortito. Y mamá fue la primera de todas las madres que pudo irse del aula y quedarse afuera leyendo un libro o tomando un café mientras vos desplegabas tus ansias de crecer, de aprender, de hacer amigos. Tenías dos amiguitos: Alejo y Luana, y tu maestra se llamaba Luciana. En apenas un par de meses, ya sabías sus nombres, muchas canciones, hiciste tus primeras obras de arte y disfrutabas como loco los lunes, miércoles y viernes, cuando te tocaba ir al “ja-lín”.


Simón, Luana y Alejo en la sala "Solcito"

Acodado en la barra

A medida que ibas creciendo algunos fotogramas se fueron grabando en nuestra memoria. Pequeñas escenas que te tienen como protagonista y que, por su ternura o gracia, merecen no olvidarse. Como la del cumpleaños de Abril. Ya te conté cómo, desde el principio, siempre fuiste un chico independiente. Cuando Abril cumplió tres años, Claudia y Roberto hicieron una hermosa fiestita en el country. Vos estabas por cumplir 20 meses. Llegamos de la mano y pasó lo de siempre: estuviste un ratito conmigo y después te largaste solito. Mamá se sentó en la mesa de los grandes y vos te fuiste a una muy larga y bajita que habían preparado especialmente para los nenes. Y te dedicaste a arrasar con los chizitos, las pizzetas, los sandwiches, todo lo que había que fuera comestible, sin discriminación. Pasó un rato largo y vos seguías pegado a la mesa, concentrado en el menú. En un momento dado, el animador anunció que había llegado la hora de los títeres y todos, absolutamente todos los chicos, abandonaron la mesa para ubicarse delante de un escenario improvisado en el quincho. Todos, salvo vos. Sentadito en una de esas sillitas de plástico para nenes, inclinado sobre la mesa, como un borracho en la barra, estabas haciendo fondo blanco con un vasito de plástico. Claro, el vaso tenía Coca y hasta entonces mamá sólo te dejaba tomar agua. La Coca-Cola era para vos como el elixir de los dioses, un placer prohibido, y no te lo querías perder por nada del mundo.

El Pequeño Simón Ilustrado

Cuando tenías 14 meses te salieron varios dientes al mismo tiempo. Y como suele pasar, esto te produjo un poco de diarrea. Una mañana te puse en el cambiador y cuando estaba por sacarte el pañal, me diste una de las mejores definiciones de diarrea que escuché en mi vida. “Mamá –me dijiste– caca se cae…”

Relaciones Públicas

Apenas empezaste a moverte por el mundo por tus propios medios comprobamos que eras un nene independiente y muy sociable. Te encantaba salir a pasear, conocer gente, estar con otros chicos, ir a fiestas, etc. Cuando llegabas a un lugar que no conocías, te quedabas a upa de mamá apenas unos cinco o diez minutos, observando a tu alrededor con cierta seriedad. Pasado ese lapso, vos mismo empezabas a mover el cuerpito -al principio- y a pedir “a-ca, a-cá” (que significaba bajar) –más adelante- para que te depositara en el piso. De ahí en más te perdíamos. Salías a recorrer el lugar, a jugar con los demás chicos si era un cumpleaños… en fin, a conocer el mundo. Y entonces ya podías pasar de brazo en brazo, conquistar a todos con tu simpatía, comer lo que se te pusiera adelante, ir y venir chocho de la vida.
Cuando tenías poco más de un año, nos invitaron al bautismo de Manuel, el hijo de Lucas y Eliana. Él fue uno de tus primeros amiguitos y los dos tienen mucho en común (Manu también es adoptado y también nació en Formosa, pero él sí estaba apurado ese día y llegó al mundo en plena ruta, debajo de un árbol. Pero esa es otra historia que te contaremos más adelante). Le festejaron el bautismo en el mismo salón donde nosotros hicimos tu fiesta de Bautismo y Primer Cumpleaños. El salón estaba lleno de mesas y vos no conocías a nadie, salvo a nosotros y a Lucas, Eliana y Manuel. Sin embargo, te la pasaste yendo y viniendo, corriendo de un lado al otro, y aparecías cada tanto en nuestra mesa sólo para pedirme algo de comer. En un momento dado, te perdimos de vista completamente. Había pasado un rato y mamá y papá se habían distraído charlando con algunas personas y haciendo sociales. Hasta que alguien preguntó: “¿Y Simón?” Papá se levantó enseguida y empezó a recorrer el lugar buscándote. Te encontró sentado en las rodillas de un perfecto desconocido, comiendo de su copa de helado, feliz de la vida. Así eras vos. Y eso también nos llenaba de orgullo.

Tu primer ídolo

No hubo que esperar a que te llegara la adolescencia para que te volvieras fanático de algún conjunto de rock o estrella del deporte. A los 13 meses ya tenías tu primer ídolo: Barney. Un dinosaurio enorme y fucsia al que conociste a través de Discovery Kids. ¡Te encantaba! Al principio sólo lo veías en la tele, daban su programa varias veces por día, y todas las noches cumplías al pie de la letra la siguiente ceremonia: después del baño, compartías con papá el placer de ver a Barney de 8 a 8:30 p.m., mientras mamá ordenaba el baño y organizaba tu cuarto (cerraba la persiana, preparaba la cuna y el chupete, te ponía un CD para dormir, etc.). A las 8:30, terminaba el show y vos ya sabías que era hora de irte a la cama. Le dabas un besito de buenas noches a papá, te despedías de Polo y de la Trola, mamá te llevaba en brazos mientras iba apagando algunas luces, cuando pasábamos por la cocina, rigurosamente pedías “aia” (agua), tomabas un par de sorbos y mamá te acostaba con un besito, vos te ponías el chupete y mamá apagaba la luz y te cerraba la puerta.
Después, con el correr del tiempo ya no te alcanzaba con ver a Barney dos veces por día y lo pedías a cualquier hora. Ya caminabas y entonces nos traías a mí, a Celsa o a papá el control remoto de la tele diciendo “Arní, Arní”: querías ver a tu ídolo. Entonces hubo que comprarte los videos. Si los habremos visto… ¡Por los menos cien veces cada uno! ¡No te cansabas nunca! Un día papá me llamó desde su celular, estaba en un taxi y había visto un afiche callejero que anunciaba que Barney estaba en la Argentina y daba un show en el teatro Ópera. Sin dudarlo, conseguimos las entradas y fuimos a verlo un domingo con los tíos Paps y Martín y tus primitos Lucas y Tomás. Nunca nos vamos a olvidar de tu carita cuando lo viste aparecer sobre el escenario. Te quedaste helado. Tan sorprendido que no podías ni sonreír. Después te soltaste un poco y siempre a upa de papá o de mamá, aplaudiste y bailaste al ritmo de las canciones que ya conocías de memoria. Tenías 16 meses y ya habías ido a tu primer recital en vivo.

Cantaniño

Desde que eras un bebé muy pero muy chiquito, siempre te fascinó la música. Te encantaba escuchar tus discos, amabas los móviles, los juguetes musicales, todo lo que tuviera sonido o ritmo te atraía. A medida que iban pasando los meses aprendiste a seguir el ritmo moviendo tu cabeza, tu cuerpo, o aplaudiendo, y cualquier melodía en la tele o la radio eran para vos una invitación a bailar. Cuando empezaste a manejar los objetos con tus manitos, armabas instrumentos de percusión con cucharas y ollas, el frasco de Chúker se convirtió en maraca, todo podía transformarse en un tambor, en una pandereta, etc. Decíamos “este chico va a ser músico o bailarín”. Una vez volvíamos tarde de la casa de tu tíos Paps y Martín, serían las 2 a.m., y te traíamos profundamente dormido en mis brazos a bordo de un taxi. El tachero encendió la radio y vos, aún con los ojos cerrados, comenzaste a moverte al compás de la música. “Es más fuerte que él”, pensamos, “lo lleva en la sangre”. Por eso, mamá y papá se la pasaban inventándote canciones. Por ejemplo, ésta que dice:

Sí, sí, yo me llamo Simón,
a mí me gusta el helado de limón.
Sí, sí, yo me llamo Simón,
y ahora quiero un sándwich de jamón.
Sí, sí, yo me llamo Simón,
y todas las tardes tomo sol en el balcón.
Sí, sí, yo me llamo Simón,
y cuando me retan me voy al rincón.
Sí, sí, yo me llamo Simón,
y a mí me bañan con agua y jabón.


O esta otra:

Yo tengo un hijito,
se llama Simón,
lo beso, lo abrazo,
lo quiero un montón.

Hasta tus primos, Lucas y Tomás, se ligaron una:

Yo tengo dos primos
que son gemelos,
son buenos, son dulces,
son dos caramelos.
Yo tengo dos primos
que son gemelos,
mamá los quiere tanto
que a mí me da celos.

Regalo de cumpleaños

El jueves 4 de septiembre de 2003, papá cumplió 40 años. Recibió muchos llamados, lo saludó todo el mundo, a la noche lo celebramos con una fiesta en un restaurant para treinta personas y nuestros amigos le trajeron muchos obsequios: remeras, camisas, un pulóver, CDs, un juego (llamado “Simon”, precisamente), perfumes, unos cuantos DVDs, etc. Mamá esa mañana lo había despertado con el desayuno en la cama y un reloj muy copado. Pero el regalo más especial de todos, el que nunca va a olvidar, se lo diste vos: ese día empezaste a caminar.

Pasajero frecuente

En tu primer año de vida sumaste muchas horas de vuelo. Tantas, que pronto llegaste a tener más viajes en avión que meses. Desde aquel trayecto primigenio que te trajo a casa cuando tenías apenas dos días de nacido hasta hoy has recorrido muchísimos kilómetros. Y ya fuera en avión, micro, tren o auto, siempre fuiste un buen viajero. De los que disfrutan todas las instancias, de los que entienden que el viaje es parte del paseo. Así te ganaste otro de tus apodos: "Simón, el trotamundos". Un excelente compañero de ruta, una valijita más para llevar de un lado a otro, un aventurero. Ojalá conserves ese espíritu toda la vida. Es bueno pensar que el mundo nunca te va a resultar ni ancho ni ajeno.

UNA CUESTIÓN FÍSICA

Simón toma un helado un caluroso día de enero, enchastrándose las manos y la boca. “Mamá, ¿por qué el helado se derrite?”, pregunta. “Bueno, dice mamá, porque estás tomando el helado a pleno sol y el sol derrite los helados.” Simón reflexiona unos instantes: “¿Entonces si me voy a la sombra no pasa nada?"
(3 AÑOS Y MEDIO)

NO ME LO PIERDO

Unos días después de Navidad, Simón pregunta: “Mamá, ¿por qué Papá Noel no te trajo pantuflas como le pediste?” Mamá le explica que cambió de opinión y al final se decidió por unos pantalones de jean tipo pescador que le gustaron más. “Pero no te preocupes, le pido a papá que me las regale para mi cumpleaños”. Simón se queda pensando y pregunta: “¿Va a haber pelotero?”
(3 AÑOS Y 5 MESES)

PASAR CALOR

Simón se quería poner unos zapatos azules tipo botita de gamuza en pleno diciembre. Mamá le explicó que estábamos en verano, y en verano se usan sandalias, ojotas o zapatillas. Calzado más liviano y fresco por el calor. Una tarde viajando en el colectivo Simón observa al hombre que tiene sentado al lado y pregunta en voz alta: “Mamá, ¿por qué el señor se equivocó?”, señalando hacia el piso. El hombre llevaba puestas unas botas.
(3 AÑOS Y CINCO MESES)

LITERAL

Mamá le estaba contando a Simón que en pocos días más se irían de vacaciones a Brasil. “Mamá, ¿yo conozco Brasil?”, pregunta Simón. “Sí”, dice mamá, “fuimos hace tiempo, cuando vos eras chiquito. Tenías un año y pico.” Simón piensa un instante: “¿Cómo los pájaros?”
(3 AÑOS Y 5 MESES)

BESTIARIO

Simón en el zoológico señala, entusiasmado, un pavo real:
- Miren, miren, ¡un pavo ranger…!
(3 AÑOS)

AMOR CÓSMICO

“¿Me querés mucho?” pregunta papá. “Sí” contesta Simón. “¿Hasta dónde?” “Hasta los astronautas”.
(3 AÑOS)

EL CIELO PUEDE ESPERAR

“Cuando yo sea angelito voy a tener alas y voy a ir a visitar a la Nona al cielo.”
(3 AÑOS)

LÓGICA PURA

Caminando por el jardín de la casa de Silvina con mamá, Simón encontró una pluma en el pasto y la levantó. La miró con curiosidad. “Mamá: ¿por qué esta pluma no puede volar?”. “No sé, Simón…” dijo mamá sin saber qué responder. Y siguieron caminando en silencio. Unos pasos más adelante, Simón jugueteaba con la pluma. “Ya sé por qué esta pluma no puede volar, mamá”. “¿Por qué?” preguntó mamá. Simón: “Porque no tiene pájaro”.
(3 AÑOS)

TODO LO QUE DIGAS SERÁ USADO EN TU CONTRA

Discutiendo en un taxi rumbo al colegio Simón decía “No quiero ir al jardín”. Mamá: “Pero tenés que ir”. Simón: “Pero no quiero”. "Pero no importa, tenés que ir igual". Simón: “¡Pero, mamá, no me contradigas!”
(2 AÑOS Y 9 MESES)

SEMANA COMPLICADA

"A ver, Simón, decinos los días de la semana". Y él contaba con los deditos: “Lunes, martes, moriócles, jueves, viernes, sabado, domingo.”
(2 AÑOS Y MEDIO)

CONJUGARSE

“Mamá”, venía Simón corriendo a mostrarle algo a mamá: “Mirá lo que me poní.” Mamá lo corregía: “No se dice “poní”, se dice: “puse”. Dos o tres días después viene Simón contento a mostrarle a mamá: “Mamá, mirá lo que me pusí”.
(2 AÑOS)

Pumpkin

Durante meses fuiste un bebé muy bueno y tranquilo, de esos que provocan la envidia de otras mamás. De recién nacido tuviste unos días bravos cuando aparecieron los famosos cólicos, pero por suerte duraron muy poco. Tomabas la mamadera puntualmente cada dos horas y dormías muy bien, profundamente, a pesar del timbre, el teléfono y los ladridos de Polonio. Cuando llorisqueabas o te quejabas un poco, papá te preguntaba “¿Qué te pasa, calabaza?” Y así nació tu primer apodo: Pumpkin. Perdiste el ombliguito a los ocho días. La nona Lula había venido a Buenos Aires a conocerte y ella nos ayudó a darte tu primer baño. Al principio no te gustó nada, lloraste bastante. Todavía faltaba un tiempo para que te convirtieras en ese pececito fanático del agua que conocimos después.

La marca del indio

Uno de los primeros días, mamá te estaba cambiando y notó que tenías un moretón en la cola, rodeando la zona del huesito dulce. Horrorizada, pensó que te había lastimado sin darse cuenta (las madres primerizas algunas veces pueden ser muy torpes) o que quizá el bebesit era muy duro para una colita tan tierna como la tuya. Pero tu pediatra, el doctor Painceira, nos aclaró el misterio enseguida: “Es «la marca del indio» –nos dijo–. Una mancha de nacimiento.” También mencionó su nombre científico, pero lo olvidamos. Nos pareció mucho más interesante y poético imaginar que por tus venas corría sangre de algún cacique.

Volando a casa

Tenías escasamente 48 horas de vida cuando subiste por primera vez a un avión. Después de tantos nervios, cansancio y trámites, papá y mamá tenían la sensación de estar protagonizando “Expreso de medianoche”, mientras superaban cada paso en el aeropuerto y lograban abordar el avión con su preciosa carga. Dormiste todo el viaje con una paz infinita. Creo que ahí respiramos por primera vez en días... o en años. En el Aeroparque nos esperaban Tito Pérez y Betiana, que justo había vuelto de un viaje un rato antes. En casa, nos esperaba tu tía Paps, que tenía todo listo para tu llegada: las mamaderas y chupetes esterilizados, el bebesit con la colchoneta blanca, el catre de Abril (tu primera cuna) junto a nuestra cama, ropita que heredaste de tus primos, lavadita y planchada... en fin todo lo que con tanto amor habíamos estado preparando para tu llegada. Tu tía también estaba nerviosa e impaciente por conocerte. Y nos esperó con medialunas rellenas de jamón y queso y café caliente, ¡una producción impresionante! Papá te agarró en brazos y te llevó de un ambiente al otro, mientras te mostraba tu nuevo hogar. Habías llegado sano y salvo y por fin estabas en casa.

El día de los ñoquis

Una vieja copla decía que a los niños que nacen de mañana les gusta la manzana. Y que a los que nacen de noche le gusta pasear en coche. Vos naciste una mañana cuando todavía era de noche. Exactamente a las 5:15 de un 29 de julio muy, pero muy frío, y todavía no había amanecido. Fue en un hospital helado y vacío; en varias ventanas faltaban los vidrios. Todo estaba oscuro, frío y triste. Salvo papá y mamá, que caminaban de una punta a la otra de un largo pasillo, con los nervios de punta y el corazón latiendo a mil por hora. Los pastores también estaban ahí, casi tan nerviosos como ellos. Entonces, de pronto, escuchamos tu voz. Lloraste un llanto dulce, pero intenso, anunciándole al mundo que ya estabas aquí. Y papá y mamá se miraron, se abrazaron y también lloraron. En ese instante supieron que eras su hijo, y que nunca nadie los iba a poder separar de vos. Nos contaron que saliste con los brazos hacia delante, como nadando. Enseguida te lavaron, te vistieron con la ropita que mamá había llevado para vos y te pesaron junto a una estufa de cuarzo. Te envolvimos con mantas, un acolchado de cuna y la campera de papá. Vos nos miraste con esos enormes ojos negros, profundos como la noche, y nos derretimos de amor. Eras hermoso, muy peludito, con las mejillas hinchadas y coloradas como dos manzanitas. Al rato, ya estabas tomando tu primera mamadera. Habías nacido el día de los ñoquis y tenías hambre.

Sueño cumplido

Siempre supimos que ibas a llamarte Simón. Hacía mucho tiempo que habíamos elegido ese nombre para vos. Cada fin de año cumplíamos puntualmente con un ritual: escribíamos tu nombre en un papel y lo pegábamos en un globo de gas. SIMÓN, bien grande y con acento. Y el papelito con tu nombre volaba hacia el cielo montado en un globo. Ése era nuestro sueño: tener un hijo varón que se llamara Simón. El 31 de diciembre de 2001 fue un delfín el encargado de llevarse tu nombre al cielo. Y ese año nuevo, que comenzó ese día, ese 2002, fue el año que naciste. Por eso siempre decimos que a vos no te trajo la cigüeña. Te trajo un delfín.

Esperando a papá

Mamá viajó desde Buenos Aires unos días antes para esperarte. Papá iba a volar apenas llegaras al mundo. Pero los días pasaban y pasaban, y no había novedades. Parecía que no tenías ningún apuro por nacer. Pasó la fecha indicada –que era el 25 de julio­– y nada. Pasó el 26, y tampoco. Pasó el 27... nada. Entonces papá decidió viajar ese fin de semana porque se dio cuenta de que mamá (a pesar de que los pastores Diana y Daniel hacían lo imposible por acompañarla y contenerla) estaba demasiado impaciente, ansiosa, nerviosa... al borde de la desesperación. Papá llegó un domingo por la tarde y vos naciste apenas unas horas después, en la madrugada del lunes. Entonces todos entendimos qué era lo que estabas esperando.

¿Pozo del qué..?

Es un lugar, como dice la canción, “donde las calles no tienen nombre”. Un pueblito muy chiquito y muy pobre del Norte de la Argentina. Se llama Pozo del Tigre y queda en Formosa. En otras circunstancias, seguramente papá y mamá jamás lo hubieran conocido. Hace muchísimo calor durante casi todo el año, no llueve nunca, las calles son de tierra y el cielo tiene muchas estrellas. Mamá y papá se sintieron abrumados por esa soledad, el aislamiento, la pobreza. Pero tenían tantas ganas de conocerte, de tenerte en sus brazos, que –a pesar de todo– siempre recordarán ese remoto punto del planeta con un amor infinito. Solamente porque ahí naciste vos.