Acodado en la barra

A medida que ibas creciendo algunos fotogramas se fueron grabando en nuestra memoria. Pequeñas escenas que te tienen como protagonista y que, por su ternura o gracia, merecen no olvidarse. Como la del cumpleaños de Abril. Ya te conté cómo, desde el principio, siempre fuiste un chico independiente. Cuando Abril cumplió tres años, Claudia y Roberto hicieron una hermosa fiestita en el country. Vos estabas por cumplir 20 meses. Llegamos de la mano y pasó lo de siempre: estuviste un ratito conmigo y después te largaste solito. Mamá se sentó en la mesa de los grandes y vos te fuiste a una muy larga y bajita que habían preparado especialmente para los nenes. Y te dedicaste a arrasar con los chizitos, las pizzetas, los sandwiches, todo lo que había que fuera comestible, sin discriminación. Pasó un rato largo y vos seguías pegado a la mesa, concentrado en el menú. En un momento dado, el animador anunció que había llegado la hora de los títeres y todos, absolutamente todos los chicos, abandonaron la mesa para ubicarse delante de un escenario improvisado en el quincho. Todos, salvo vos. Sentadito en una de esas sillitas de plástico para nenes, inclinado sobre la mesa, como un borracho en la barra, estabas haciendo fondo blanco con un vasito de plástico. Claro, el vaso tenía Coca y hasta entonces mamá sólo te dejaba tomar agua. La Coca-Cola era para vos como el elixir de los dioses, un placer prohibido, y no te lo querías perder por nada del mundo.

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